A veces siento envidia cuando veo a gente que es feliz porque vive en el desconocimiento de las cosas. Desde las que pasan a su alrededor hasta las que afectan al planeta. Esa gente es feliz porque reduce sus miedos a lo poquito que conoce. Yo intento saber lo justo pero al final siempre me traiciono y me acabo enterando de más de lo que debería para ser feliz. Es entonces cuando
se marcha la felicidad y llega el conocimiento.
Es duro enterarte de muchas cosas que, pese a que no me afecten de manera directa,
o si, me afectan por el mero hecho de ser persona. Es horrible saber más que el que tienes al lado cuando ves como va a errar en sus decisiones y no poder decir nada.
Si algo me enseñaron mis años de periodista eso fue que la información es poder. Pero lo que no me contaron es que la información te puede destruir poco a poco a medida que vas viendo cómo son las
cosas en realidad.
Hay días que quisiera no saber tanto porque si hay algo más duro que saber es
tener que disimularlo. Desgasta tanto que te seca por dentro y por fuera. Y no merece tanto la pena como para considerar esto como un mal necesario o un daño colateral.
Desde que aprendí a no esconder soy más feliz, eso es cierto, pero me jode que yo sea capaz de hacerlo y otras personas no. Eso es algo que no llego a entender del todo: ¿Cómo es posible que una persona como yo, con tantos miedos y complejos, sea capaz de dar el paso y otras no?. No es fácil, claro que no es fácil,
pero es honesto y eso es más grande que el reconocimiento social que se puede lograr al esconder tanta cosa.
El único placer que le saco a esto es ver como actúa
quién cree que no sabes. Luego, cuando llegan las hostias, no saben ni por donde les han llovido. Es esa pequeña licencia que me permito cuando ya no hay nada que hacer. Aun así, no me siento orgulloso de esto. Es sólo una parte del proceso.
Nada más, paz y amor peña!
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